
Vas andando por la calle, te cruzas con los más "molones" de tu ciudad, y sientes indiferencia. Sigues caminando, pensando, llegas al paseo; notas como la brisa choca con tus manos, con las llemas (estás cerca de casa, sí). Miras hacia arriba, está nublado, además hay un par de gaviotas (piensas es que no se les ocurra hacer sus necesidades justo en... "bueno, eso espero").
Ya en el ascensor, sucede alro raro, las puertas no se cierran, incluso hacen un ruido que no inspira mucha tranquilidad; sales de la "cajita", a por las escaleras -te dices, es más sano. Después de varios escalones, y varios pisos, tu indiferencia (de un casi mal y extraño día; además de corto, no has podido madrugar, estás hecha un desastre) va desapareciendo, la falta de aliento la está tapando.
Estás delante de la puerta, la abres y entras; saludas cariñosamente. La televisión está encendida y nadie la está viendo; piensas (casi en voz alta) <<¡Caray! -Menudo mundo este->>.
No hay comentarios:
Publicar un comentario