"Fabio tenía el pelo corto y ensortijado, castaño, pero allí dode el sol incidía directamente se veía rojizo. Alice tuvo la impresión de que él era consciente de aquellos juegos de luz, y también, de algún modo, de él mismo y su entorno. (...)
-¿Puedo acompañarte a donde vayas?
Alice se sonrojó.
-Voy al coche.
-Pues al coche. (...)
-¿Puedo?
-Claro.
Se la desenrrolló de la muñeca y se la pasó. Él la observó un momento, le quitó la tapa y dirigió el objetivo al frente y después al cielo.
-¡Uau! Parece profesional.
Ella se ruborizó. Fabio fue a devolvérsela.
-Si quieres puedes hacer una -le dijo Alice.
-De ninguna manera, no sabría cómo. Hazla tú.
-¿A qué?
El miró a un lado y a otro, dubitativo. Se encogió de hombros y coontestó:
-A mí.
Alice se quedó mirándolo extrañada, y con cierta malicia involuntaria le preguntó:
-¿Y por qué a ti?
-Porque así tendrás que volver a verme para enseñármela.
Ella vaciló un momento. Por primera vez lo miró fijamente a los ojos, aunque no logró sostener su mirada más de un segundo. Eran unos ojos azules, sin velos, límpidos como el cielo, ante los que se sintió como extraviada, como desnuda en un enorme cuarto vacío.
Pensó que era guapo, guapo como debe serlo un joven.
Enfocó su cara. Él sonrió sin embarazo alguno, sin alzar la cabeza como hacen muchos ante el objetivo. Apretó el disparador, sonó clic."
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