viernes, 3 de diciembre de 2010

"De manera gradual, ha ido reduciendo sus deseos hasta lo que ahora se acerca a lo justo. Ha dejado de fumar y de beber, ya no come en restaurantes, ni siquiera tiene televisión, radio ni ordenador. Le gustaría cambiar el coche por una bicicleta, pero no puede quedarse sin él, porque la distancia que debe recorrer para ir al trabajo siempre es muy grande. Lo mismo puede decirse del teléfono móvil que lleva en el bolsillo, y que le encantaría tirar a la basura, pero también lo necesita para el trabajo y por tanto no puede pasarse sin él. La cámara digital ha sido un lujo, quizás, pero dada la monótona y agotadora rutina del trabajo de limpieza, tiene la impresión de que le está salvando la vida. Paga poco de alquiler, porque vive en un apartamento pequeño, en un barrio humilde, y aparte de gastar dinero en necesidades básicas, el único lujo que se permite es comprar libros, volúmenes de bolsillo, narrativa en su mayor parte, novelas norteamericanas, británicas, traducidas de lenguas extranjeras, pero en el fondo los libros no son lujos sino necesidades, y la lectura es una adicción de la que no desea curarse."



De mano, ya por... únicamente este párrafo, me toca ahorrar (o no gastar en este puente demasiè) y madrugar mañana para ir a la calle Uría para tener un nuevo entretenimiento.

P.D.: ¿Qué probabilidad hay de que todos los controladores aéreos de España se pongan malos a la vez? (Qué entretenido es el directo de El País sobre el tema -gracias a ello me enterado de que también los hoteles tienen twitter... ¡alucina vecina!-; lo que no entiendo es por qué lo meten en el tema de "economía", debería estar en todos).

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