Aunque, también, cada vez me preocupa más la relación encanto-desencanto de los incentivos, por un lado, la lógica de que todos nos movamos por su culpa y por otro, lo pueril que puede parecer viéndolo desde una tercera persona, que a la vez, ese individuo se convierte en iracional, a fin de cuentas, en un asqueroso demente.
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Dos economistas se encuentran por la calle.
Uno pregunta: "¿Qué tal está tu mujer?"
El otro reponde: "¿En relación a qué?"
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"Mira Don Juan, no digas que sí, que luego es que no, no vas a mentir; tu vaso de leche, tiene una mosca, se acaba tu tiempo, pasan las modas."
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